MENSAJES ANCESTRALES DE UN INGA EN SAN NICOLÁS

Mochilas, manillas, llaveros y demás en el Centro Histórico de Barranquilla

artesanias cronica

Del sur del país, exactamente de Santiago (Putuma – yo), llegó hace 17 años a Barranquilla Jose Víctor Tisoy Tisoy, indígena inga vendedor de artesanías en la Plaza de San Nicolás.

Su aspecto es muy distinto al de hace algunos años cuando apenas empezaba a recorrer el Centro de la capital del Atlántico. Orgulloso de su cultura, vestía con una tú- nica de lana o ruana de colores y un collar de chaquiras en el cuello. Ahora luce una camiseta negra con un estampado de la inmensa Dubái y un pantalón gris. “Ya me ha tocado adaptarme a la cultura de la ‘selva de cemento’”, reconoce Tisoy al referirse a los cambios a que ha tenido que adaptarse.

Acostumbrado a cultivar papa, cebolla y a criar ganados y gallinas, este hombre dejó su natal Putumayo a causa de la violencia de la década de los 90’s.

Aún joven, tomó lo poco que tenía con el deseo de pasar la frontera y buscar una mejor vida en Venezuela, pero cuenta que “por falta de recursos y problemas con el pasaporte”, hizo de su escala en Barranquilla, su estancia permanente. Ahora vive con su esposa y sus dos hijos.

Y aunque la artesanía la aprendió por herencia de sus ancestros, ante las dificultades económicas en la ciudad se dedicó a vender las manillas que elaboraba con mostacilla checa, piedras características en los tejidos de su etnia que le traen desde Ecuador.

Cada una de sus manillas tiene un nombre y un signifartesanias manillaaicado específico. Son su producto insignia y el sello original de su local llamado Artesanías Tisoy. ‘La Flor de vida’, contempla los cuatro caminos de la existencia de un ‘ser inga’ (la andanza, la tradición, la unión y la costumbre).

‘La estrella del sol viviente’, denota la permanencia de los pueblos indígenas y ‘La supervivencia de La Guajira’, la elaboró con el fin de hacer un llamado de atención al Estado “por la problemática de abandono a los hermanos wayús en este departamento”, aseguró el artesano.

Antes de la transformación de la Plaza de San Nicolás vendía al aire libre, luego que empezaron las obras los trasladaron a la carrera 42 con calle 32, esquina. Ya tiene más de un año en el nuevo módulo de la plaza. Además de manillas, vende mochilas desde $15.000 hasta $45.000. A sus 40 años se siente contento con la vida que lleva. “Estoy tranquillo, en un sitio seguro y sin tanta bulla”, agregó el indígena sobre el local que le fue asignado por la Alcaldía Distrital.

Por: Leidy María Ramos
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